Lahinch es conocido como «el Saint Andrews de Irlanda», no tanto por ser uno de los clubs pioneros del país, sino por su carácter icónico para el golf irlandés y, fundamentalmente, por el carácter añejo de su «Old course», que se hace especialmente presente en algunos de sus hoyos, verdaderas reliquias arqueológicas de un tipo de arquitectura imposible de encontrar en nuestros días.

El club se ubica junto a la localidad costera de la que recibe el nombre, en el condado de Clare, no muy distante de la ciudad de Galway y de los mundialmente famosos acantilados de Moher, lo que permite que, aparte del golf, su situación pueda aprovecharse como trampolín para actividades culturales y de ocio.

El hoyo 5, Klondyke.
El hoyo 4, Klondyke.

A día de hoy, Lahinch cuenta con dos recorridos, el Castle Course, y el que constituye la bandera del mismo, el Old Course, verdadera joya entre los links británicos.

El diseño original del Old Course corrió a cargo de Old Tom Morris, uno de los primeros profesionales del golf, tanto en su faceta de jugador como de diseñador, quien recibió, a cambio de su trabajo, un estipendio de una libra esterlina más gastos de desplazamiento. A él debemos, todavía hoy, algunos de los hoyos que hacen célebre a Lahinch, y que fueron dejados indemnes en las posteriores renovaciones, acometidas en los años 20 por Alister Mackenzie (autor, entre otros muchos diseños, de Augusta Mational, Royal Melbourne o Cypress Point) y, más recientemente, por Martin Hawtree.

Se trata, en concreto, de los agujeros 4 y 5, Klondyke y Dell, diseños que hoy resultarían impensables para cualquier arquitecto razonable por razón de sus golpes ciegos, y que, a pesar de la controversia que despiertan, o precisamente por ello, son nombrados entre los mejores y más célebres hoyos de Irlanda.

El primero de ellos es un par cinco de 472 yardas cuyo segundo golpe ha de jugarse por encima de una alta duna, el Klondyke, que se interpone en el camino hacia el green. De este modo, la dificultad que para el jugador puede suponer el tener que jugar la bola hacia un objetivo que no es perceptible se compensa ampliamente con la incomparable sensación de ver desaparecer la misma por encima de la duna con la esperanza de hallarla un rato después a salvo y al otro lado del hoyo.

El segundo, Dell, es un par 3 cuyo golpe desde el tee es absolutamente ciego, ya que el green queda oculto tras otra duna, en la que una piedra blanca marca la situación de la bandera. Es, sin duda, un hoyo desacostumbrado para los estándares actuales, por cuanto el jugador no dispone de información visual acerca de la situación de la bandera, profundidad o forma del green, pero añade al juego una emoción y un drama de los que carecen muchos de los recorridos actuales.

Aparte de estos dos hoyos emblemáticos, el resto de la vuelta ofrece una enorme variedad de golpes y situaciones, aparte de un auténtico reto, al que contribuye el hecho de que la hierba que rodea los greenes esté afeitada al máximo, dificultando los golpes de recuperación y probando la habilidad e imaginación del golfista.

En definitiva, no es una sorpresa que jugadores como Tom Watson o Stewart Cink hayan escogido Lahinch para preparar su asalto al Open, y que Phil Mickelson lo haya nombrado, al lado de Augusta, como su recorrido predilecto.

Web: www.lahinchgolf.com

Tarifa estándar: Old Course, 160 €; Castle, 50 €.