Ya de vuelta a Dublín, y de cara al último día, nuestra prioridad era la de disfrutar de un último día de golf en un campo asequible y cercano al aeropuerto, ya que teníamos que coger el vuelo de vuelta a Barcelona a primera hora de la tarde.
No debe confundirse este campo, un diseño relativamente reciente del campeón alemán Bernhard Langer, con el Portmarnock mundialmente famoso, sede de muchos abiertos de Irlanda, que dista unos dos kilómetros escasos del primero.
No obstante, ello no significa que el Portmarnock Links sea un mal campo, ni mucho menos, y bastante complicado, en especial cuando sopla el viento con fuerza. En cualquier caso, ha de hacerse notar que notamos que el recorrido había sido “dulcificado”, respecto de nuestra anterior visita a este campo, tres años antes, habiéndose ampliado las calles y disminuido la altura y fiereza del rough. Aun así, y a pesar de que el día se presentó soleado y sin apenas una brizna de viento, encontramos este recorrido uno de los más complicados de los que jugamos a lo largo de la semana.
Y, aunque es cierto que después de saborear los campos del Oeste irlandés, el listón estaba realmente alto, el Portmarnock Links es un campo que recomendaríamos a cualquiera que visitara la región de Dublín, en especial para quienes se hospeden en el hotel aledaño, ya que, en ese caso, el precio de la ronda, unos 50 euros, realmente merece la pena.