En  nuestro ultimo día en el Oeste de Irlanda teníamos programado jugar en County Sligo Golf Club, más conocido con Rosses Point.

Rosses Point es una península situada a escasos kilómetros de la ciudad de Sligo y, todavía hoy, una zona de veraneo y retiro de dicha ciudad, plagada de casas residenciales y amplias y extensas playas, más aptas, eso sí, para el paseo que para el baño. Es igualmente célebre por las referencias que a este lugar efectuó en su obra el escritor W.B. Yeats, quien pasó allí largos periodos de su infancia y juventud. No obstante, no consta que jugara al golf en Rosses Point, ni tan siquiera que fuera aficionado al juego.

County Sligo es, posiblemente, el campo con mayor tradición y solera de todo el Noroeste de Irlanda, y, de hecho, en el mismo se juega anualmente uno de los campeonatos de aficionados más importantes del país, que ha sido ganado, entre otros, por Padraig Harrington y Rory MacIlroy.

Tras un trayecto de 5 minutos desde Sligo, llegamos al club en una agradable y calmada mañana de agosto (algo bastante inusual, según nos confirmaron después, en un lugar donde el viento suele ser un factor dominante), lo que, desde luego, privaba al campo de una de sus defensas más evidentes.

Así comenzamos la vuelta, con altas expectativas, luego confirmadas, y con un partido de fourballs femenino detrás (todas ellas por encima de la cincuentena) a quienes finalmente tendríamos que ceder paso (impresiona ver lo recto y bajo que juega esta gente, algo comprensible cuando se trata de evitar la incidencia del viento y del siempre punitivo rough). Y, por cierto, también llama la atención la gran afición al golf entre las mujeres irlandesas, ya que en todos los campos encontramos numerosos partidos de señoras de mediana y avanzada edad.

A diferencia de otros campos costeros, Rosses Point no se distingue por sus dunas elevadas, sino que sus hoyos son primordialmente planos, pero no por ello resulta menos interesante; eso sí, con un inconfundible sabor de campo añejo, tradicional y consolidado. Este aroma distinto es claramente perceptible, y lo diferencia claramente del resto de campos que tuvimos la oportunidad de jugar, salvo, en cierto modo, Baltray.

En cualquier caso, ofrece hoyos espectaculares y algunas dificultades añadidas, como la que representan un par de arroyos que condicionan de modo claro los hoyos 6, 7, 8, 13 y 14, complicando sobremanera el golpe de aproximación a green y prohibiendo los golpes rodados.

El green del hoyo 12.

Otros hoyos insignia son el 5, “The jump”, un par 5 con un tee muchos metros por encima del nivel de la calle, el par 5 del 12, el 17, seguramente el más difícil del recorrido (y, posiblemente, también el más bonito), para acabar con un hoyo también peculiar, con una salida ciega de ésas que raramente encontramos en campos modernos.

También merece destacar el 4, un par 3 en el que la recuperación para par, para quienes fallamos su green en plataforma, acabó siendo una misión imposible.

Y, si bien es verdad que, aquí más que en ningún otro sitio, echamos en falta que soplara el (casi) omnipresente viento a fin de conocer el links en su estado de fiereza habitual, también es cierto que esta circunstancia se reflejaría de modo positivo en nuestras tarjetas.

Y, aparte de la diversión que nos ofrece el recorrido en sí, es imposible no dejarse llevar en algunos momentos por la majestuosidad del siempre presente Benbulben (la montaña que domina el Yeats Country) y la belleza de las playas de Rosses Point.

El hoyo 9 de Rosses Point.

Y, por último, merece destacarse la amabilidad con la que nos agasajó la gente del restaurante, con su gerente, Donal Barry a la cabeza, con quien trabamos una animada conversación acerca de los campos de la zona (él se decantaba por Donegal frente a nuestro adorado Enniscrone) y, cómo no, sobre fútbol inglés y español, Mourinho, Ferguson…

Fue Donal quien nos propuso participar en una competición anual (el North West Links Challenge), que se juega en días consecutivos en Carne, Enniscrone y Rosses Point, y en el que se pueden apuntar equipos de cualquier club y país. De hecho, ese año habían contado con un equipo español… en cuanto a su resultado, nos comentaron escuetamente “they had fun”. 

Al final del día, Rosses Point es un imprescindible de la zona y uno de los campos clásicos de Irlanda, y merece muy mucho la visita si se quiere disfrutar del sabor de un puro links de estilo tradicional.