Tras dos días en Dublín, el tercer día habíamos programado el viaje a la costa Oeste, más concretamente al Condado de Sligo, una de las zonas más remotas y agrestes de la isla.
Por ello, concertamos con nuestro operador una reserva en un campo que quedara próximo a la ruta entre Dublín y Sligo, y el elegido fue Carton House, un complejo de construcción relativamente reciente que no dista demasiado de la capital.
Carton House cuenta, además de con un hotel, con dos campos, el Montgomerie y el O´Meara, así denominados en honor cada uno de sus diseñadores.
Para nuestra ronda de golf el elegido fue el recorrido diseñado por el campeón escocés, en el cual se había celebrado el Abierto de Irlanda pocos años antes.
Para empezar, ha de señalarse que es un campo complicado, tal como nos había advertido Michael, nuestro guía. Es, además, el más abierto y menos arbolado de los dos recorridos, lo que se dejó sentir en un día ventoso y complicado.
Se trata de un estilo de campo bastante común entre los que se vienen diseñando en los últimos años, con numerosos y profundos búnkers, rough penalizador y greenes rápidos y movidos, un campo exigente y entretenido pero que, obviamente, carece de la personalidad de otros campos más veteranos y, desde luego, del resto de los que jugamos en nuestro viaje.
Aun así, desde luego representa una verdadera prueba para la habilidad del jugador, y es realmente complicado jugar de acuerdo con lo que dice tu hándicap. De hecho, nuestras peores tarjetas, casi sin excepción, fueron las de Carton House. Y, por otra parte, hay que destacar la increíble presentación del campo y el mantenimiento esmerado del mismo, así como algunos hoyos realmente bonitos; en especial, nos gustaron los dos últimos, un par 3 y un par 5 que componen un final más que entretenido.
Una vez completada la ronda, y tras un almuerzo en el restaurante del club nos pusimos en camino hacia Sligo. La ruta desde Dublín hacia esa ciudad en el extremo occidental irlandés atraviesa el corazón de la isla y sus campiñas verdes, hasta llegar a las proximidades de la costa, donde el paisaje cambia a una apariencia más abrupta y desolada. Es, además, y dicho sea de paso, la parte de costa donde embarrancó una buena parte de la Armada Invencible, y por donde vagaron abandonados a su suerte algunos de sus desdichados náufragos.
En cuanto a Sligo (Sligeach, en irlandés), es una pequeña y tranquila capital, con una población de apenas 20.000 habitantes, y cuya arteria principal la constituye el río Carravogue, en el que es frecuente contemplar a pescadores tirando la caña en mitad de sus aguas. Alrededor de este río se sitúa la mayoría de pubs y restaurantes, donde confluye la vida social de la localidad.
Su atractivo turístico-monumental es más bien escaso, pero nuestra estancia allí nos permitió descubrir el ambiente cotidiano de una ciudad media irlandesa y, como no podía ser menos, disfrutar de la hospitalidad de sus gentes, siempre abiertas a una agradable conversación en cualquiera de sus incontables pubs, algo de lo que pudimos dar fe durante los tres días que pasamos en Sligo.