El primer día de nuestras vacaciones en Irlanda iba a ser el único sin golf. Tras volar con Aer Lingus desde Barcelona a Dublín, un viaje de unas dos horas y media, y una vez retirado el coche que nos habían asignado para nuestro periplo irlandés, nos encaminamos al hotel donde habríamos de pasar las dos primeras noches (y la última), el Grand Hotel de Malahide, una tranquila localidad costera a unos 15 kilómetros de Dublín, y rodeada de grandes campos de golf, como Portmarnock, o The Island, algunos de cuyos hoyos se adivinan desde aquél.
Dedicamos la tarde a visitar el siempre animado centro de Dublín: Grafton Street, St. Stephen´s Green, el Trinity College y el famoso Temple Bar, la zona más concurrida de pubs, que recibe su nombre de uno de los locales de mayor tradición de la ciudad, donde nunca falta la oportunidad de asistir a alguna actuación en directo mientras se disfruta de una Guinness.
Por tanto, nuestro segundo día en Irlanda sería el primero de verdadero golf, y para ello habíamos elegido el recorrido de County Louth, o Baltray, como es mayormente conocido en Irlanda, un links cuya fama no había calado tan hondo fuera de la isla hasta que en el año 2009 acogió el Abierto de Irlanda, con victoria del entonces amateur Shane Lowry.
No obstante, revistas y libros especializados lo han situado entre los mejores links del mundo, por lo que coincidimos con Michael Bowe, el organizador de nuestro viaje, en que se trataba de un comienzo inmejorable para nuestro viaje.
Desde Dublín hasta Baltray no hay mucho más de 50 kilómetros, la mayor parte de ellos por autopista, pero más vale ir con tiempo de sobra porque el acceso es complicado o, al menos, es bastante fácil equivocarse para dar con la ubicación exacta. Además, una vez se atraviesa Drogheda, cada una de las pequeñas carreteras que llevan hasta Baltray nos alejaba más y más de cualquier localidad poblada para adentrarnos en paisajes costeros realmente aislados.
La acogida que nos brindó el club no pudo ser más amigable: apenas entramos en la casa club, nos remitieron a la tienda, en la que el empleado de la misma, tras preguntarnos por nuestro origen, nos explicó amablemente lo imprescindible acerca del campo y nos regaló varias fichas para golpear unas bolas en el driving range. Eso sí, tras la inevitable conversación acerca del Barça-Madrid del día anterior, partido que parecía haber visto todo el mundo en Irlanda. (Al margen ha de apuntarse que ganan allí por mayoría los seguidores del Barcelona).
Animados y expectantes, llegamos al primer tee, donde encontramos a quien, en un principio, pensamos que sería el starter (en cualquier caso, tampoco nos habían provisto de resguardo o ticket alguno) y que resultó ser un lugareño sólo interesado en saber si habíamos apostado dinero en el partido… Tras aclararle que lo único que nos jugábamos era el honor, aparte de las Guinness de la casa club, encaramos los primeros hoyos, jugando desde los tees blancos, que suman la nada despreciable distancia de 6700 yardas.
County Louth es un verdadero recorrido de campeonato pero, en honor a la verdad, ha de decirse que, en un día soleado y con poco viento, no es un campo especialmente complicado. A ello contribuye que, tal como nos explicaron posteriormente algunos socios del club, se ha tratado de rebajar la longitud y dureza del rough, otrora muy penalizador. En cualquier caso, es un magnífico campo de golf.
De los primeros hoyos destaca sobremanera el 3, un par 5 cuyo green se ha situado en una depresión del terreno y, por supuesto, los pares 3, las verdaderas joyas de este campo. A diferencia de lo que es moda hoy día en muchos diseños, se trata de hoyos cortos, pero eso no significa que sean fáciles; antes al contrario, sólo un tiro muy preciso a green dará opciones de birdie o, incluso, de par, ya que cualquier fallo puede dejarnos frente a un approach casi imposible en el que, en muchos casos, lo mejor será agarrar el putter y encomendarse a nuestro buen tino para dejarla cerca del hoyo.
La dificultad y belleza de estos hoyos, que, según se comenta, fueron obra de Molly Gourlay, la asistente de Tom Simpson, más que del propio arquitecto, realmente nos sorprendió, e incluso, días más tarde, fueron objeto de una animada conversación con el dueño del restaurante de County Sligo, que había tenido la fortuna de jugarlos recientemente.
Decididamente, la segunda vuelta de Baltray, que discurre más próxima al mar y por un terreno más abrupto que la primera, tiene hoyos más atractivos y peculiares que los 9 de ida, y algunos de ellos realmente se quedan en la memoria, comenzando por los pares 4 del 12 y 13.
En definitiva, un extraordinario campo que te deja con ganas de volver a visitarlo una y otra vez, y preguntándote el modo de jugar correctamente esos deliciosos pares 3.
Como complemento del golf, es altamente recomendable la visita al yacimiento arqueológico de Bru na Boinne y, en particular, a Newgrange, un monumento históricamente anterior a Stonehenge y construido de tal manera que sólo durante el solsticio de invierno el sol es capaz de alumbrar el suelo de la cámara principal.
También merecen una visita el conjunto monumental de Monasterboice y la ciudad de Drogheda.